Reflexiones después del verano

Como ya comenté en la pasada entrada, dentro de poco va a aparecer por fin uno de mis proyectos más antiguos, aunque ya no tiene mucho que ver con su concepción original. Charlas de Café. El futuro de la arqueología en España (ahí tenéis el banner del blog que estará asociado al libro). Creo que va siendo hora de empezar a hacer publicidad a ver si creo un poco de expectación. Más de 40 profesionales de la disciplina hablando de nuestro presente y nuestro futuro dan para mucho y después de todo un verano enfrascado en estos textos, me han dado mucho que pensar para bien y para mal.

Ahora mismo estoy preparando una presentación para el próximo viernes en el Meeting de la EAA que se titula 'When the model fails. Spanish archaeology at the edge of collapse' y que va a tener mucho del libro y mucho de las reflexiones de este año (que por cierto, si seguimos el calendario etíope, acaba de empezar). Entre la imagen y los títulos parece que el pesimismo se apodera del ambiente. O más que el pesimismo, la rabia.

Dentro de 18 días este blog va a cumplir 4 años... se dice pronto. Es curioso como su aparición ha ido reflejando la progresión de mis ideas, de mi forma de ver las cosas, a la vez que el meollo en el que nos encontramos ahora iba tomando forma. El blog nació en Londres y los primeros temas eran de contexto-situación-curiosidad en torno a temas básicos de la AP. Desde que a mediados de 2008 tomé partido definitivamente por AMTTA ante las injusticias laborales del sector comercial en los últimos meses de bonanza, muchas de las entradas empezaron a reflexionar sobre el cursus honorum de los profesionales de la arqueología. Ese verano presenté en la EAA 'Between 'the Public' and 'the private'. Archaeology in 21st Century Spain' con mi primera aproximación académica al tema. Revisando la bibliografía me di cuenta de que las necesidades de finales de los '80 eran exactamente las mismas que tenemos hoy y pensé en que posiblemente el fallo de nuestro colectivo fue aprovechar la bonanza económica sin plantearse su futuro, ni hacer nada al respecto.

Hoy, el descontento con el sistema y el estado de las cosas es generalizado y es que ese modelo que empezó en los '80 sin saber muy bien dónde iba, no ha terminado de cuajar o no ha sabido adaptarse a la realidad. El modelo nació con el objetivo de proteger nuestro patrimonio. Creció con el afán de crear nuevo conocimiento. Pero ha vivido liberando terreno para la construcción y llenando almacenes de materiales científicamente infra-gestionados. Es cierto que ha habido ejemplos de buen hacer desde todos los ámbitos. Empresas comprometidas, administraciones eficientes, museos didácticos, proyectos con valor internacional, grandes docentes... y un desarrollo de la calidad internacional de investigación de nuestros profesionales sin precedentes. ¿Pero a qué precio? No han sido logros del sistema, sino experiencias personales de superación y excelencia que en algunos casos han salido adelante y en otro se han estrellado contra la realidad, siempre con un esfuerzo sobrehumano que solo se entiende con nuestra vocación.

No me cabe la menor duda de que los profesionales españoles somos valiosos y buenos. Cada vez más. Pero me cuesta aceptar que todo esto tenga que venir por encima de un sistema que debería existir para facilitarnos las cosas y no para ponerlas más difíciles.

Somos profesionales ultracualificados que debemos trabajar en unas condiciones dignas (al menos) y nuestro trabajo consiste en investigar, no en liberar terreno. Todas las reformas neoliberales y la acomodación del sistema nos están guiando a un sinsentido totalmente opuesto al camino que deberíamos llevar. La solución a nuestros problemas es compleja, pero la palabra clave es COLECTIVO y parece que nos cuesta pronunciarla.

(Vaya verano que he tenido, ¿eh?)